En algunos casos
el lenguaje se asemeja más al de la lírica, ventaja del microrrelato, género
híbrido que permite esta libertad, como en Magia
en las yemas, en el que se expresa una sensación provocada en el cuerpo de
una bailarina por el sutil roce de la yema de un dedo, que a su vez, aparece
personificada y desconectada del cuerpo que la posee: “la yema del dedo, que
apenas lo puede creer”.
Otros relatos se
emparentan con la reflexión, una especie de microensayo, como es el caso de La sabiduría del Golem, que es una
especulación, una consideración sobre lo que representa este ser presente en la
tradición, en la leyenda y en algunas novelas. La sabiduría del Golem plantea una paradoja sobre la vida y la
muerte junto a una clave que se encuentra en la mitología bíblica: la alusión
al poder mágico de las palabras.
Por su brevedad,
podemos citarlo íntegramente:
Si
fuera cierto que la estupidez y la inteligencia son relativas, y que para colmo
viven interrelacionadas en la mente de cada uno, el mayor ejemplo de ello lo
representaría el Golem, quien, en su ignorancia rayana en la más absoluta
idiotez, supo perfectamente aquello que la mayor parte de las grandes mentes de
la Humanidad ignoran: que una sola palabra, incluso una sola letra, puede
cambiarte el mundo. O mejor dicho, borrártelo.
Una
piedra estrecha de miras es otro de los relatos
que llama especialmente la atención. Es uno de los dos en los que no hay
narrador en primera persona. No hay un yo que esté hablando de lo que le ocurre
o de lo que puede testimoniar. Es una descripción de la personalidad, voluntad
y capacidades de una piedra. El recurso retórico se denomina Prosopopeya, porque se le adjudican
cualidades propias de los seres animados a algo que, en este particular caso,
no es una entidad viva: “Es una piedra
que mete mucho huevo y entiende poco. Sin saberlo, destila agresividad y se
viene al humo al menor movimiento (…) es una piedra mala y por eso nadie se le
acerca. Es el clásico matón de la cuadra
(…)” Es una piedra que, aunque sea “estrecha de miras”, como destaca el
título, conoce su fortaleza y su potencial. Esta figura literaria (la
prosopopeya) aparece en otro relato de evocación bíblica: Enroque en el árbol, en el que una gran serpiente anuncia algo al
protagonista, habla, en forma muy enigmática, augurando un final terrible.
Decía que hay al
menos tres dimensiones del microrrelato las que Pablo explora con un muy cuidado
estilo. Tal vez porque ya tiene la experiencia de libros anteriores de
microficción, como La vida amorosa de
Telonius Monk. En este nuevo libro ha logrado integrar los géneros (o
subgéneros) y construir un lenguaje sugerente, que a veces oculta información, o
que es elíptico o pasa directo al asunto, sin preámbulos. Es un libro que integra
otros discursos, como el alegórico, tan propio de las grandes obras literarias,
pero acompañado con el humor, como en Quincuagésimo
ensayo, en el que una ficción alegórica apocalíptica se trasmuta en
realidad, cobrando otro significado. A este también lo podemos citar
íntegramente:
Quincuagésimo
ensayo
Tomé el librito de la mano del ángel
y lo devoré
Apocalipsis 10:10
Me
lo llevé a la boca. Mastiqué despacio. Sentí el crujido lento entre los
dientes, la saliva espesa envolviéndolo, las narinas súbitamente expandidas por
el aroma empalagoso de la miel. No había terminado cuando la primera puntada de
amargor me atravesó el estómago. Me llevé la mano al vientre, doblado como el
rayo por el múltiple estertor y golpeé la mesa con rabia, desesperado por la
explosión en el abdomen; me levanté rápido para ir al baño. No hay caso, no hay
manera de hacer digerible este libro. No sé cómo voy a decírselo al Señor.
Me detengo
brevemente en el uso particular que hace Pablo del lenguaje coloquial porque
creo intuir un camino que ha explorado en varias narraciones previas y que en
este libro aprovecha en muchas ocasiones, casi como recurso estilístico propio:
“no mascaba vidrio”, “no digas pavadas”, “el chingui chingui de la batería”,
“en la rural se arman lindas tenidas”, “una bruta piedra”. Los coloquialismos
por momentos interfieren desde el propio discurso del narrador, involucrando a
quien en términos teóricos se denomina “narratario”.
En estos relatos a veces no ocurre nada, excepto una percepción, una sensación, sea porque el argumento es prácticamente inexistente y lo que importa es la circunstancia, sea porque es solamente lo sensible el elemento central. Otras veces, el narrador corrige el rumbo argumental y resuelve la situación de manera insólita, inesperada, o por momentos, parece perderse en el eje de su propio discurso (por ejemplo, en La tercera torre). Ahí el narrador corrige el enfoque porque había tomado otra vía, otro rumbo narrativo que no era el original. Este es un libro que combina, en 126 páginas, el humor con el absurdo, lo legendario con lo novedoso, lo raro, monstruoso o fétido con la belleza.
Está presente la
indiferencia -muy uruguaya- en ese cuento de ciencia ficción con paisanos que
es La tercera torre, donde el hecho
asombroso es la aparición de una nave espacial y en lugar de estar expectantes
ante la posibilidad del contacto con lo desconocido, los paisanos comienzan a
aburrirse rápidamente. Otro relato que combina lo terrible del crimen con la
coquetería del sicario, que emplea horas en el cuidado de su aspecto físico, es
Sobre lociones y zapatos, que también
podemos citar íntegramente, porque tiene una extensión de dos párrafos:
Sobre lociones y
zapatos
A
ver si me explico, el terror a padecer el más mínimo daño en sus cuerpos
explica el uso exagerado de armas, así como la saña con que las utilizan
en
cada raid. Aunque suene contradictorio, este ejercicio de la violencia trae
aparejado un cuidado obsesivo por la integridad física. Por eso se ven en estos
profesionales de la matanza conductas que sorprenden; he presenciado cómo los
más duros se concentran durante horas en el cepillado de uñas para quitarse el
olor a pólvora. Todos poseen dedos de manicura, se bañan y perfuman con una
constancia de señoritas de internado. Llegan a entablar diálogos inverosímiles,
casi femeninos, a la hora de intercambiar consejos y comentarios sobre el uso de
corbatas, lociones y zapatos. Su aspecto siempre es exquisito.
Este
esmero funciona como el correlato necesario a la ferocidad que despliegan en
sus misiones: matan con la misma intensidad con la que temen morir.
Hay una cantidad
de aspectos para desarrollar, incluso con respecto al canon literario y a la
ruptura de este, pero corremos el riesgo de que el análisis sea más extenso que
el propio libro. Lo que sí quiero señalar es que es un libro donde el autor,
sin duda, reafirma su talento como constructor de relatos, su originalidad en
la elección de temas, utilizando un lenguaje pulido y propio. Cuando leí este
libro lo hice con la voz de Pablo (en mi cabeza). Algunos relatos los fui
leyendo en voz alta, pero siempre estaba la de Pablo en el fluir de las
palabras. Creo que esto es importantísimo porque confirma que hay un hallazgo de
un estilo particular, que es a lo que aspira todo escritor.
Andrea
Arismendi
(texto leído en Lo de Molina, el 16 de noviembre del 2021)
Aquí se puede ver y oír la presentación completa, junto a Bruno Cancio