suplemento Cultural
de El País 21/12/07
ENTRAR EN
EL JUEGO, de Pablo Silva Olazábal. Yaugurú, Montevideo, 2006. 127 págs.
ENTRAR en
el juego está compuesto por dos nouvelles: Silvia y Vienen por mí. En Silvia,
un esposo abandonado que desea hacer dinero para recuperar a su mujer, suplanta
a un amigo en una turbia transacción que se lleva a cabo en un hotel en
decadencia. Nada le sale bien, sobre todo por las disparatadas debilidades de
su plan, y acaba en un estado lamentable aunque curado del amor que lo llevó a
meterse en líos. En Vienen por mí, un hombre del que prácticamente no se
ofrecen datos, es baleado en el interior de una casa próxima al mar por
"esbirros" que se dedican a eliminar indeseables en una ciudad
innominada y claustrofóbica, pero escapa sólo para sumergirse en una angustiosa
pesadilla.
Ambos
relatos están narrados en primera persona y plantean mundos absurdos y
opresivos que el empleo de tipos y clichés del cine y la literatura de masas (o
de versiones paródicas de los mismos) vuelve aún más irreales. No obstante,
presentan claras diferencias. Silvia está narrada con un humor incesante y
sorpresivo y parodia a la novela negra y la novela de intriga. Vienen por mí,
en cambio, describe una cacería humana que se desarrolla en una ciudad
implacable, más precisamente en el borde donde ésta se disuelve en el agua, el
barro y la oscuridad de una naturaleza primordial e igualmente implacable. En Silvia la realidad se comporta como un
fluido viscoso en continua transformación, en el que lo único seguro son las
sensaciones físicas del protagonista, en particular el placer y el dolor
intensos. En Vienen por mí, hecha de
escenas que se desarrollan en ambientes muy diferentes y están separadas por
bruscas transiciones, no hay nada seguro, salvo la brutalidad del universo.
Pablo Silva
Olazábal (Fray Bentos, 1964), escritor y periodista cultural, narra estas
historias con una prosa vertiginosa y una imaginación bullente y al mismo
tiempo disciplinada. Pero mientras Silvia
está regida por leyes internas que se mantienen a todo lo largo del relato
resultando muy divertida, consistente y compacta, en Vienen por mí lo que sucede no siempre está determinado por las
leyes y el impulso propios de la historia sino por algo puesto desde afuera y
abierto a demasiadas interpretaciones. En consecuencia, muchos pasajes también
se leen desde afuera, como alegorías que remiten a significados situados más
allá del relato y cuyas claves son confusas. En cualquier caso, Entrar en el juego muestra a un escritor
decidido, seguro y eficaz para crear, en la totalidad de Silvia y en parte de Vienen por
mí, mundos imaginarios plenos, coherentes y emocionalmente creíbles. De
eso, justamente, se trata la narrativa.
Jorge
Gutiérrez
Brecha 1/06/07
Para ir a más
El volumen
incluye dos cuentos largos, escritos por alguien que se ha formado en el gusto
del trhiller pero está dispuesto a someter sus embrujos al tamiz del humor y la
ironía. Entrar en el juego supone así
no tanto abandonar del todo el mundo de la racionalidad y el hábito para
ingresar a la fantasía, sino aceptar la invasión de lo insólito y absurdo y su
convivencia con lo previsible en un módico aquí y ahora.
Los
escenarios muy bien trabajados –un viejo hotel otrora de lujo, Montevideo bajo
una tormenta– contribuyen a este anclaje de las historias inverosímiles e
impregnadas de
literatura.
Silva Olazábal apuesta a pleno a la expectativa y sabe graduar tensiones y
descansos en orden a seducir a su lector para volverlo dócil hasta el
desenlace. La sorpresa es valor esencial en sus planteos narrativos, que
imponen una acción incesante. El título
del primer
cuento –“Silvia”, el nombre de
alguien que sólo aparece al final del relato– es ejemplo de estudiados efectos.
Los personajes, desde luego, son funcionales a la historia y apenas existen
fuera de ella.
Silva
Olazábal –excelente en la apropiación de un corpus de la literatura
contemporánea– tiene fuerzas para ir a más: a un mundo verdaderamente suyo y de
seres con otra
densidad
interior.
Jorge Albistur
Entrar en el juego. Pablo Silva Olazábal.
Editorial Yaugurú, 2006. 132 págs.