En toda la historia de la humanidad, los sueños y su interpretación han obsesionado a los hombres. La vida onírica que, como bien dice Pablo Silva Olazábal en El run run de las cosas, constituye un 30% de nuestra vida vivida, ha sido interpretada en todas las épocas como un texto en imágenes al que se le otorga un valor diferente al que presenta la vida despierta.
Los sueños, desde la antigüedad, han tenido un carácter profético. Los oráculos, las revelaciones, un lugar donde se creía que habitaba la palabra de los dioses . Las religiones fundantes de occidente tienen cientos de historias sobre esos sueños proféticos; basta la escena de José interpretando los sueños del faraón para ponernos en tema.
Para la kabalah cuando dormimos el alma se separa del cuerpo y queda unida a él por un fino hilo de plata que es la salvaguarda para que regrese al despertar. Cuando el alma migra a los mundos de la luz lo hace para buscar la sabiduría.
Algo de esto me resuena en los cuentos que componen El run run de las cosas, una compilación perfecta de un poco más de 30 cuentos en los que su autor viaja a ese mundo de los sueños en el que se encuentra con escritores que hacen cosas inusuales. Onetti firma autógrafos con su cara, Felisberto aguanta las ganas de hacer pis con una alteración del tiempo, Bolaño se ríe y Levrero se enrosca en una pelea cuerpo a cuerpo con el poeta Benavides, solo por citar algunas de las escenas que encontramos en este registro, verdadero o no, de los sueños de Silva Olazábal.
Lejos está mi intención de psicoanalizar a mi amigo, cosa que él mismo habilita en breves notas al pie de los relatos, pero si para Freud el sueño es la realización inconsciente de un deseo, allí va nuestro soñador a encontrarse con los escritores para que le revelen una verdad. Hay en todo el camino del libro una búsqueda, o al menos, una búsqueda del deseo de ser escritor. Nos imaginamos como lectores que eso es lo que lleva a la voz narrativa a darse cita, mediante los recursos del inconsciente, en los lugares más inverosímiles con estos personajes de la literatura.
En todos los cuentos rescato una actitud que me entusiasma al leerlo, y es la alegría o la sorpresa que le produce al narrador el encuentro. Como si ese instante del hallazgo anunciara el advenimiento de una verdad. Una verdad deseada sobre el oficio de la escritura. Y como sabemos que el inconsciente tiene poco de generoso y mucho de trampa, los escritores aparecen ahí haciendo de las suyas. Cada relato tiene la tensión del entusiasmo y el regusto de una frustración, porque, como sabemos todos, el mensaje es encriptado, escurridizo.
El autor busca en cada uno de esos hitos develar una verdad que se expresa en el acto mismo de su intención. Tratando de entender a los maestros, de encontrar una profecía, realiza aquello que se busca. Escribe. Y si escribimos es porque no tenemos otro remedio; mientras Silva Olazábal intenta hacer despertar a los maestros, termina por escribir este libro maravilloso.
En el prólogo anuncia alejarse de la escritura autobiográfica y casi propone como propia la sentencia de que la vida es sueño. Dijo Lacan que el inconsciente está estructurado como un lenguaje y el inconsciente de Pablo Silva Olazábal lo intuye. Aunque se quede esperando a que Borges finalmente hable y este, como una esfinge, haga una mueca y guarde silencio.
Esta charla, que bien se dio en llamar Sueño con serpientes, hace honor a su nombre. Los escritores que se van presentando en el libro, son las serpientes de Silva Olazábal. Engañan, tientan, causan rechazo e hipnosis. Para los cabalistas, soñar con serpientes puede ser benéfico: relevan sabiduría, crecimiento personal y dinero. Y en verdad, los escritores que tan mezquinos parecen al otorgar su verdad, aquí logran algo mágico. Una serie de cuentos brillantes, con una comicidad contenida que hace que sigamos las desventuras oníricas de la voz narrativa también ilusionados con alcanzar esa verdad que se escapa todo el tiempo.
Pero la ilusión, el deseo, continúa página a página y esa es la maestría de la escritura que compone el libro, un libro que no puede dejar de leerse, donde cada escena propone un relato que es la promesa de un hallazgo.
Si nos preguntáramos ¿para qué dormimos? podríamos responder desde la biología, pero yo creo que dormimos y soñamos para saber algo de nosotros, sobre todo quiénes somos. En el caso de Silva Olazábal claramente es para llegar a ser un escritor que se aparezca en los sueños de sus futuros lectores.
Paula Brecciaroli
(texto leído en LIBROOK.cl Feria virtual e inmersiva que se puede ver aquí)