28 de agosto de 2018
Pablo, al releer tus cuentos, que me gustaron mucho, pensé de pronto que no eran en realidad cuentos, sino un tipo de gènero diferente, algo así como anti-cuentos... Te explico: en los cuentos, cortos o largos hay un desarrollo de acontecimientos, hay una secuencia temporal , mientras que en tus textos se trata más bien de
un único acontecimiento -casi siempre violento o misterioso- que interrumpe, corta la cadena de sucesos anteriores o posteriores.
Palacio Taranco 28 oct 15 |
Va un gran abrazo,
Circe.
Del pintor y escritor Marcos Ibarra
A
propósito de “La vida amorosa de Telonius Monk y otras historias mínimas”
Las
“historias mínimas” son expresión de goteo (por eso me parece bien la imagen de
tapa): son la gota que completa una historia (la gota que justamente no está en
la imagen de tapa); se han podido construir porque hay contexto en los márgenes
que pueden ser:
· -
la
Historia [Raspútin en sus momentos finales (en lo que a vida física refiere),
tiene ahora su descripción de una posible cadena de eventos mínimos que “caen” desde la densa masa
líquida de la Historia]
·
- una escena surrealista reconocible (el humo en
la cabeza, imagen/escena que también me tocó recordar en el Odiario con el vapor de la sombra de un
cuerpo que salía del mar y lo menciono porque de esto tratan muchas historias
mínimas: el legado que encontramos en la cotidianeidad hipnótica, patrimonio de
todos los seres de prototipo humano, incluidos los escritores que intentan
zafar)
·
-una
escena surrealista no reconocible (una cualquiera: la cuna con bebé gigante en
el espacio o los relojes en la playa: no la imagen pero la posibilidad de
aprovechar su flexibilidad intrínseca, es lo que construye contexto)
· -
una
imagen pintada o fotografiada: experiencia sensible que detona una narración que
no es interpretación de la imagen sino hija bastarda de la misma (y que tienen
cierta explicación en “las 3 J”, cuento que no solamente aborda posibles
escrituras a partir de una imagen, sino que se
hace cuento con el final con inclusión del lector, constante que está en toda
la narrativa de Silva Olazábal).
En
general hay un desafío al espacio-tiempo que se curva, y una recorrida por un
imaginario para el cual se necesita el caos que han descubierto los físicos
cuánticos en la base misma del armado del universo conocido. Un escritor no es
un científico pero tiene la imaginación que un científico (y en particular
contemporáneo) reclama para que se comprenda la realidad. La realidad/la
ficción son lo que llamamos “la realidad”, de la que no se puede escapar aunque
se intente. Un poco de esos intentos tratan las historias mínimas: acercarse a
un momento es alejarse de él por las rutas de los millones de momentos que lo
componen.
A veces
decimos “no somos nada” y eso es lo mismo que decir “somos demasiado”.
Marcos Ibarra
Del pintor Yamandú Cuevas
Chasquido seco de melón maduro
Igual, el que más me parte la cabeza es
El grito. No? Está el de los relojes que por esa potencia visual que tiene se
me quedó grabado en la memoria. Deformación profesional, tal vez, porque si
tuviese que ponerme en el ejercicio de elegir imágenes para ilustrar la tapa de
una de las reediciones, elegiría esa, la del corredor con la puerta abierta a
la playa y, obviamente, por primera, la descartaría.
Pero el grito es otra cosa. Desde La
metamorfosis, o El lugar, no he leído nada tan intenso. Y de estos que te nombro, seguro El grito -por su brevedad-
gana con luz. Este cuento tiene el efecto del zarpazo de Empujón brutal.
Al principio pensé que parte de su
mérito residía en ser la apertura del libro. La primer cachetada, pero con el
paso de los días empecé a sentir que habría de haber alguna otra cosa, porque
lo he releído muchísimo más que a cualquiera de los otros.
“El chasquido seco de melón maduro” tampoco
se me borra.
¿Cómo pasamos de ese tipo que palpa una
piedra, a su imaginación viajando en ella para enroscarse en el cuello del
cristiano? En todo caso, ¿qué importa todo eso si lo que quiero ahora es gozar
del morbo de sentir cómo muere y de todo el miedo a la muerte agolpado en un
renglón?
Te lo dije antes y te lo vuelvo a decir
ahora: mamita!
Ahora, hablando en desorden, otra cosa
que me impacta es cuando los sonidos y las imágenes se suman. Lo que sucede en
mí cuando leo “…una risa ajada que sonaba
como cáscaras de maní pisadas lentamente por una bota de goma” es tremendo.
Porque para imaginarme esa risa tengo
que componer esa secuencia de imágenes y colocarla en contexto para recién
después poder especular sobre su timbre. Todo eso a la velocidad de la lectura.
Cuando hacés eso estás provocando una comunicación tremenda porque ahí yo
también tengo que crear. Vos decís algo así como: tomá, con estos ingredientes
armate una risa (y medio rapidito, que seguimos).
Notable.
Yamandú Cuevas
de la poeta Mariella Nigro:
Muy buenos tus relatos Pablo. Comparto las apreciaciones de Circe sobre la precisión y la capacidad descriptiva.
Me animaría a considerar algunos textos como viñetas literarias, en las que, dentro del llano realismo y figuración, de golpe toma vuelo la fantasía y lo abstracto, lo conceptual. O sea, fotografías de la realidad o peripecias, traspasadas por la pregunta, el absurdo y/o el deseo... O sea, literatura…
(Nunca me decidí a dar a conocer mis cuentos, hace un tiempo me deshice definitivamente del archivo. Me quedé con unos pocos, y justamente creo que son los que tienen un perfil similar a tus relatos…)
Me gustaron particularmente los que tienen esa estructura de instantáneas de la realidad, factual o contrafactual, como El grito, Empujón brutal o Las tres jotas en Ciudad Jaguar. Este me hizo recordar una de las anotaciones de mi viaje a Barcelona (que no publiqué): “El día incluye a la noche, pero la noche es lo opuesto al día. Una falacia aparente que sólo se resuelve durmiendo.”
¡En la línea de reflexión del segundo hombre del cuento! (“El segundo hombre reflexiona que así como la noche es el revés del día y el día el envés de la noche, el sueño es la inversión de la vigilia y el futuro, la mitad del pasado”)
Quería trasmitirte mi enhorabuena
Un abrazo
Mariella
Hoy
domingo nublado, mate y La vida... De lo más suelto y disfrutable que he leído
últimamente. Algo hizo click en vos. No entiendo bien qué te pasó, pero fue
para bien. Como si hubieras encontrado tu voz más auténtica. Uno, que vive en
medio de aburrida literatura "trascendental", se encuentra con una
lectura viva y coleando. El exigente Pablo se
escuchó a sí mismo. Se dejó de dar vueltas y ahí está La vida amorosa de Telonius Monk... para
leerla y leerla.
Sinceramente
te felicito (con algo de envidia). Abrazos y te esperamos.
Carlos
Caillabet 5/5/19