El argumento de
esta película austríaca (aunque hablada en alemán, inglés y swahili)
es sencillo y contundente: se centra en seguir, como en un documental, los
pasos de una trabajadora social austríaca, de clase media, divorciada,
cincuentona y obesa que sale a disfrutar sus vacaciones anuales.
La película avanza en dos frentes:
por un lado asistimos a la evolución sicológica de la protagonista, que va
superando sus límites y sus complejos con el cuerpo (se habla mucho del
desgaste general del cuerpo femenino, la película muestra desnudos integrales y
escenas que bordean el “sexo explícito”, todo bajo el marco realista de un
documental) aunque no logra superar el vacío existencial que implica la
necesidad de pagar por sexo.
Por otra parte, la
realidad social de habitantes del Tercer Mundo que viven de la industria
turística (cuyas usuarias son trabajadoras del Primer Mundo). Dos grupos
humanos que se necesitan, se complementan y que negocian pero que finalmente,
parece decir la película, no se tocan.
Además de las
actuaciones destaca la fotografía, que exhibe con gran delicadeza y sensualidad
cuerpos de mujeres que actualmente parecen estar prohibidos en nuestras
pantallas. Son cuerpos de mujeres con sobrepeso, con arrugas: cuerpos de
mujeres con mucha personalidad.
Esta película integra
una trilogía del director austríaco Seid –que tiene afinidades con el británico
Mike Leigh– en torno a los mismos personajes y con títulos similares: Paraíso:
Fe y Paraíso: Esperanza.