Lo primero que habría que decir es que este no es un documental solo para amantes del fútbol. Se trata
ante todo de una gesta y como toda gesta cuenta el enfrentamiento entre dos
rivales asimétricos donde el triunfo del más débil resulta no solo improbable
sino directamente imposible.
Y así como La Ilíada el
protagonismo de una hazaña colectiva se concentra en media docena de
personajes, todo el relato de Maracaná
avanza en la construcción del héroe, que se va imponiendo a golpe de unas
frases que parecen destinadas al mármol.
Gracias a una edición sumamente
equilibrada que combina fotos y películas –provenientes sobre todo de archivos
brasileros– la acción avanza sin la necesidad de narradores en off ni de
“cabezas parlantes”. Salvo el principio, donde se oyen voces de diferentes
especialistas la película es contada –como en un coro griego– en la voz de sus
protagonistas, los jugadores de ambos equipos.
Sorprende las coincidencias, (¿o habrá que hablar de constantes
históricas?) entre el proceso que llevó al inaudito triunfo en Brasil y el
actual proceso encabezado por el Maestro Tabarez.
Luego de ser abucheada antes de partir hacia Brasil (recuérdese la última
eliminatoria y los gritos pidiendo cambios radicales) la selección uruguaya
avanza en el campeonato a tropezones, ganando casi siempre “de atrás”, en un
fútbol reactivo donde el rival logra casi siempre adelantarse en el tanteador y
donde se le gana con lo justo, generalmente con goles logrados a través de
montoneras increíbles.
Uno podría decir que “esta película ya la vimos”, porque aparece también la
crisis institucional del fútbol (la película arranca con la huelga de los
jugadores en 1949) y la improvisación general, que llega a extremos ridículos,
como no haber previsto el triunfo en la final.
Pero surge también el ir de menos a más, siempre en el papel de punto y no de banca. Llegado el punto crítico donde los jugadores quedan solos
frente a la adversidad de su destino, aparece el famoso “apretar los dientes”
en aras de realizar lo que sea necesario para alcanzar el triunfo colectivo.
Como en toda gesta, Maracaná da
razones para explicar el resultado inverosímil de la final. Más allá de las
condiciones superiores del héroe el triunfo, como ocurre en los relatos épicos,
se debe siempre a circunstancias excepcionales, que en este caso estuvieron
radicadas en los graves errores cometidos por Brasil. No conviene adelantarlos
pero sí se puede hablar al menos de uno, el de la intromisión, con fines
proselitistas, de la política en el fútbol.
Mientras que la celeste era abandonada por casi todos (hubo inluso dos
dirigentes y dos periodistas que se volvieron antes de la final) en Brasil
ocurría exactamente lo contrario: la presión política, con su lógica distinta,
enfocada hacia el proselitismo, se encargó de que la verdeamarelha cometiera los errores más increíbles, entre ellos el
del desmedido triunfalismo.
Maracaná, una película excelente producida (todo hay que decirlo) por Tenfield,
parece expresar que el desarrollo deportivo mejora cuando se consolida un grupo
humano tras un líder y se lo mantiene fuera de lógicas externas y de intereses
particulares. Una lección que al parecer aún nos falta por aprender.