Hace dos años, a fines del 2016 el semanario Brecha hizo una encuesta sobre
"el estado de las políticas culturales".
Fui invitado a contestarla y
acá van las respuestas. Sorprende un poco que, pasado tanto tiempo, el panorama siga incambiado y los dos reclamos puntuales sigan sin solucionarse.
1. ¿Cuáles considera usted que deben ser los rasgos que
distinguen la cultura desde un pensamiento de izquierda?
Sinceramente me cuesta pensar en una cultura con rótulos
políticos. Las obras culturales que me importan son aquellas que ensanchan,
enriquecen y hasta diría desestabilizan la visión de aquellos que las reciben o
comparten. Combatir el lugar común, avanzar en lo no dicho, arriesgarse a
escribir, como aspiraba Felisberto, "no solo de lo que se sabe sino
también de lo otro", de lo que no se sabe, es lo que marca para mí una
cultura viva. Curiosamente cuestionar lo establecido e imaginar lo que no
existe fueron también atributos políticos de la izquierda, que en los últimos
tiempos, quizás por la urgencia de atender "lo concreto", o porque la
realidad siempre es distinta y agota la teoría más rápido de lo que se piensa,
o tal vez por muchas otras razones más, parece haber caído en desuso. Pareciera
que hoy se busca refugio en viejas certezas y en frases hechas. Pensar distinto
y proponer es, más que ayer, arriesgarse al tabú.
2. ¿Cree que las políticas culturales de los gobiernos
nacionales y municipales que llevaron adelante los gobiernos del Frente Amplio
se ajustan a un modelo de cultura de izquierda ? ¿En qué aspectos?
En Uruguay la cultura no importa demasiado al sistema
político por razones eminentemente prácticas: suele ser fuente de conflicto, no
aporta votos y tampoco es marca de lugares de poder. Si existiera el Ministerio
de Cultura existiría un cargo de ministro por el que los sectores (al menos
algunos sectores políticos) competirían a través de programas y perfiles. Pero
no lo hay, ergo tampoco hay producción ni contraste de programas, ni mucho
menos fuerza política o compromiso para llevarlos adelante. Las realizaciones,
que las hay y muchas, son llevadas a cabo mayoritariamente por directores de
Cultura que semiflotan en un vacío político, remando para intentar llevar a
buen puerto su gestión y buscando aliados que les permitan promover y destacar
acciones.
Pese a esto y a otras trabas –como la escasa eficiencia del
aparato estatal uruguayo– se han realizado avances importantes para la
promoción de la producción cultural. Los Fondos Concursables y en menor medida
los de Incentivo Cultural, han sustituido la discrecionalidad, clientelismo y
amiguismo que caracterizaban la acción estatal previa a la última década. Por
eso el gran debe, en un país dividido en dos mitades, sigue siendo la
circulación de las obras. Pregunto, en el área literaria ¿no sería lindo -y
eficaz- generar circuitos donde cada quince o veinte días se presentara en un
libro en cada capital del país? Podía basarse en la red de Centros MEC en
coordinación con las direcciones de cultura (vengo de la experiencia personal
de una gira por seis ciudades y he confirmado la avidez auténtica por novedades
literarias).
En un país de cercanías con gran número de escritores ¿no
podrían actuar estos escritores como insumos para el sistema educativo a través
de charlas? Me refiero a desarrollar un plan de visitas a liceos y UTU que
logre superar el actual divorcio entre Cultura y Educación. Asegurar la
circulación de obras y de escritores: la creación de público se puede construir
a partir de recursos tan sencillos como estos. Otro divorcio, quizás más
profundo, es el de Cultura y Empresariado. También debería encararse. En un
contexto de fin de bonanza económica, ¿no deberían emprenderse acciones que
promuevan un mejor y más extendido uso de los Fondos de Incentivo Cultural?
Acciones junto a las cámaras empresariales, la DGI, las direcciones de Economía
y Cultura, para generar conciencia que superen desconfianzas y prejuicios,
sobre todo del corpus empresarial, que a la corta se vería beneficiado, lo
mismo que la Cultura, por el recurso del mecenazgo.
Y para finalizar, dos reclamos puntuales:
a) hace diez años
que los Premios Anuales de Literatura del MEC premian en la categoría de éditos
a los libros editados dos años antes y no como debería ser, a los del año
anterior. ¿no es hora de solucionar esto de una vez por todas? Diez años es mucho
tiempo para un problema administrativo.
b) la convocatoria de los dos máximos concursos literarios
estatales (Onetti y los Premios del MEC) se superpusieron una vez más este año.
¿No sería sencillo coordinar para que no se "pisaran"? Así los
escritores no estarían obligados a optar. Tendrían dos oportunidades y no una,
para competir por la difusión de sus obras. A veces la calidad del proyecto
está en los detalles.