El fascista interior


 La Sospecha (Prisoners, 2013). Dir. Denis Villeneuve. Con Hugh Jackman,
Jake Gylentaal, Viola Davis, Melissa Leo, Terrence Howard.


Es una película que se plantea como un thriller denso, de clima asfixiante, cuyo detonante es uno de los asuntos más álgidamente emotivos que se pueda imaginar: el secuestro infantil. Dos familias amigas conviven, con todas las características de normalidad imaginables, en una ciudad de clima duro e inhóspito, con nieve abundante y atardeceres helados, ubicada en una región impregnada por el puritanismo religioso. Reunidas para celebrar el Día de Acción de Gracias reciben un mazazo brutal al ver que sus hijas han desaparecido sin dejar rastro. Parecen haberse desvanecido en el aire. Bajo la espada de Damocles del tiempo –si no se las halla en una semana las posibilidades de que sigan vivas disminuye casi a cero– comienza a crecer un clima opresivo donde cada uno de los padres va tomando posturas y reacciones diferentes. Como si estuviéramos ante un manual psicológico, la obsesión, la depresión, la negación y la violencia comienzan a pautar la conducta de personajes cuyas vidas cotidianas adquieren de pronto la irrealidad del infierno.
Se ha comparado a esta película con la serie danesa Forbrydelsen (The killing, en la remake de EE.UU.) y algo de eso hay: la sobriedad de las actuaciones, la dureza de los personajes o la intensidad dramática de algunas escenas habla de que los productores y el director canadiense Denis Villeneuve asimilaron bien la lección: el drama se amplifica cuando los protagonistas son gente común que habla poco, hace menos o simplemente se desmorona. O en algunos casos actúa en forma desesperada.  
Otros han dicho que comparte algunos rasgos de la atmósfera ominosa de Seven (Pecados Capitales, aquella con Brad Pitt y Morgan Freeman) y también algo de eso hay. Pero el mayor mérito de este policial no es el caso en sí mismo (con una resolución intrincada y tan retorcida como las almas de los personajes que parecían normales) sino la experiencia que propone a lo largo de sus dos horas y media al espectador.
Es sabido que todos tenemos un enano fascista que espera el momento preciso para salir: ”La sospecha” no solo lo extrae sino que, en una operación más sorprendente, se abstiene de juzgarlo.
Es un magnífico thriller con muy buenas actuaciones (sobresalen Hugh Jackman como padre azotado por demonios interiores y Jake Gylentaal como policía incómodo y desesperado) pero también es un viaje al corazón de cada espectador. Y lo que se ve allí –nada edificante por cierto– demuestra que actuar bajo el imperio de la emoción, por muy justificada y urgida que ella sea, es un camino empedrado de buenas intenciones que conduce directo al infierno.