Podría decirse que esta película del danés
Vinterberg es un estudio sociológico del comportamiento humano ante un hecho particularmente
aborrecible, porque trata de la reacción de una pequeña comunidad ante un caso
de abuso sexual infantil. El protagonista, interpretado magníficamente por Mads
Mikkelsen, (un actor danés con dimensiones internacionales, ganador del premio
al mejor actor por este trabajo en el Festival de Cannes 2012), es un profesor en
un kindergarten, muy querido, conocido y respetado por el pueblo en el que vive
desde siempre, pero todo cambia cuando una niña de cinco años comenta a la
directora que el maestro le ha enseñado los genitales.
Esto detona una cadena de eventos
perfectamente previstos por las autoridades educativas y legislativas de
Dinamarca, todos esperables en un país con un altísimo desarrollo institucional
y una legislación avanzada, donde hay un protocolo estricto para este tipo de
casos (de inmediato se da cuenta al
municipio de lo ocurrido, se celebra una reunión con el cuerpo docente y un
representante de la alcaldía, se comunican los resultados al resto de los
padres, se les ofrece, entre otros servicios, asistencia psicológica y la
posibilidad de cambiar a sus hijos de kinder, junto a una investigación en pos de
otras posibles conductas agresivas, etc).
En esta cadena de hechos que se precipitan también
figura la separación del cargo del docente, a fin de realizar las
investigaciones necesarias. Todo esto ocurre sin que el protagonista se entere
del lío fenomenal que se ha formado a sus espaldas. La película sigue su
reacción, sus vínculos con la comunidad que lo vio nacer y que en un solo día
pasa a satanizarlo sin remisión.
La progresión dramática es absorbente, impecable.
Sabemos de inmediato que el profesor es inocente, y este factor alivia y
permite empatizar con el protagonista, pero nadie más lo sabe. Esto posibilita
ver todas las conductas, previstas de algún modo en el protocolo, bajo un
prisma crítico, además de percibir cómo el miedo y el “instinto de manada”
transforma a la gente.
Los personajes daneses son austeros,
sobrios, sencillos; salvo el protagonista –un héroe de la resistencia y de la
afirmación individual– parecen hechos a la medida del hombre y la mujer común. Dicho
de otro modo: parecen uruguayos. Aquí no hay histerias ni grandes complejidades,
lo que hace que la película sea aún más intensa. Vinterberg ha pintado una
aldea en una película que ha cosechado múltiples premios internacionales, para
dibujar un mundo donde, más allá del desarrollo civilizatorio, se echa en falta
la necesidad de cuestionar lo establecido, y de creer más en las relaciones
personales y, porqué no, en uno mismo.