Una rueda afortunada

En  "Wonder wheel" (2017), la penúltima película de Allen nada sobra y todo se ajusta como un guante; sobresale la gran actuación de Kate Winslet que intenta (y lo logra) moverse en direcciones distintas a las de los
característicos personajes femeninos de Allen, que siempre comparten muchos rasgos en común. Esto no es una elucubración mía: la misma Winslet declaró en entrevistas que uno de sus desafíos era –luego de haber estudiado todas las películas de Allen– cómo zafar de hacer lo mismo que otras ya habían hecho magistralmente.



El personaje de una mujer atrapada en una vida estéril, que cree que merecería algo mejor, algo a la altura (exorbitante) de sus sueños y que lentamente, mientras pasa el tiempo, se llena (eventualmente) de resentimientos es similar al de Cate Blanchett en "Blue Jasmine" y también al de Mia Farrow en "La rosa púrpura del Cairo" –y eso por poner solo dos ejemplos, porque hay muchísimos más como " Misterioso asesinato en Manhattan", "Scoop", Hannah y sus hermanas" y un largo etcétera.
En este caso está claro que trató de evitar ser otra versión de la Blanche du Bois que hizo Cate Blanchett en "Blue Jasmine" (aunque ella también se inspiró en la Norma Desmond de "Sunset Boulevard" de Billy Wilder). Y lo logró gracias a la contención y a intentar que su viaje hacia la locura sea distinto, sin las marcas ostensibles de las otras.
El guión claramente se inspira en el tono de los personajes de Tennesse Williams pero lo mejor es la puesta en escena: como la familia vive en un parque de atracciones, al lado de la Rueda Gigante del título, los personajes reciben todo tipo de luces de colores. Esto da pie para que Vittorio Storaro demuestre su genialidad –siempre funcional a la historia contada– bañando de luces de distintos colores a las escenas más importantes. De esta manera las emociones, o la fantasía de los protagonistas, tiñen todo de un solo color.
Justin Timberlake está a la altura de la típica parodia de intelectual y creador (que solo tiene los tics de un creador) que también es habitual en otras obras de Woody Allen y Juno Temple funciona como la hija rebelde. Pero el que deslumbra es el personaje del padre, un Jim Belushi que se ajusta a su papel como si fuera un actor de la vieja escuela (pienso en Karl Malden o George C. Scott).
Aunque reitere temáticas, barrios y épocas que ya estaban, por ejemplo, en "Días de Radio", esta película tiene crudeza y una contundencia y completud que, a pesar de los ataques histéricos que han postergado su última película, hace brillar una vez más el talento del maestro de Nueva York.