Un lagarto se desprende la cola

 Después de tres meses de correcciones y edición a cargo de Estefanía Canalda (editora general de Fin de Siglo) se publicó Un lagarto se desprende la cola, una
novela que se desarrolla en un Fray Bentos de ficción, a cargo de un narrador, Julio Piedracueva, que es amigo de Héctor Corvalán Ramos, el autor ficticio de El run run de las cosas. 
La ilustración de la tapa pertenece a Pilar Silva Barsamanis, quien también ilustró la tapa de A través de un breve laberinto. El lagarto se presentó en Fundación Verde, a cargo de Mario Delgado Aparaín y Andrea Arismendi. A continuación textos de contratapa y  algunas notas donde se habla de la novela.

Con una pericia envidiable, Pablo Silva compone la compleja interioridad de Julio Piedracueva, el protagonista que trata de responder el cuestionario de Blas, su amigo sabio, en torno a la obra de Héctor Corvalán Ramos, un escritor a contrapelo de su época, convencido de que “estamos escritos por el ambiente en el que dimos los primeros pasos, por lo que no somos otra cosa que “variaciones multitudinarias de ese aire de época que nos nutrió”.

Para responder a las imperiosas cuestiones de Blas, Julio Piedracueva no encuentra mejor forma  de hacerlo que enviarle “un mamotreto” en el que, partiendo de la lejana infancia en un día de sol a la hora de la siesta,  se lanza a construir un sorprendente mundo fractal, tal vez de ochenta años atrás, donde a fuerza de exprimir la memoria hasta los últimos limites posibles,  compone las estampas de la disfrutable y subyugante historia de su vida, escrita bajo el consejo de Boris Vian: “la historia que voy a contar es real porque ha ocurrido dentro de mi cabeza”. 

Mario Delgado Aparaín

¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza?

La historia tiene un punto de partida desmesurado: un anciano escritor aficionado obliga a Blas, doctor en Letras de la Universidad de Tucumán, a leer sus textos con la difusa promesa de que de esa forma conocerá a su objeto de estudios, el consagrado y ya fallecido escritor Héctor Corvalán Ramos. El truco parece inocente pero funciona, las potentes imágenes de unos zapatos blancos de niño que se cubren de sangre, de una herida purulenta atravesada por un taco aguja, de un seductor vestido rojo, del escote de la tía Lucrecia nos sumergen (a Blas y a nosotros) en el zeitgeist o espíritu de los tiempos que liga a ambos autores. Reflexiones sobre la memoria y el olvido, la verdad y la leyenda, la objetividad o subjetividad, el escritor y el Otro, la vejez y la juventud nos acercan a historias que buscan un lector porque, en definitiva, estamos hechos del mismo material con que se tejen los sueños.   

Mercedes Rosende

Búsqueda (5/10/22)

Diario Hoy Canelones (7/10/22)

Efecto Mariposa (7/10/22) 

Espíritu Libre (26/10/22)

Diario El Pueblo, de Salto (30/10/22)

El Tunguelé (3/11/22)

Revista Espoiler (12/12/22)

En UyPress reseña de Gerardo Ciancio (24/12)

La geneaogía del lagarto por Gerardo Ciancio

Inserta en un linaje narrativo (Cervantes-Borges-Bolaño) que se recuesta sobre los entramados metaliterarios, los juegos de inserción de relatos dentro de relatos en una estructura en abismo así como  en un cierto montaje de máscaras e imposturas de las voces narrativas, sin perder de vista el horizonte del verosímil, Un lagarto se desprende la cola (Fin de Siglo, 2022), hasta el momento, la última novela de Pablo Silva Olazábal, nos religa con el disfrute de un género literario varias veces centenario.

Como dice un personaje "el mero intento de hacer literatura es cometer una entelequia", es decir, hay una conciencia y una intención textualizada de encarar la escritura narrativa como un juego de perdedores, una batalla imposible, un embeleco más. A esto se suma el rol de la memoria, la rememoración y la actualización de recuerdos en nuestras vidas y en nuestras ficciones: "El hilo de la memoria discurre por meandros inexplicables", afirma el narrador en el capítulo I.

¿Cómo trabaja la memoria sobre esa dimensión que llamamos tiempo? ¿Cómo hacer para hilar los fragmentos de 'vida' que llegan por aluviones o en cuentagotas a nuestra conciencia presente? ¿Cuánto queda de lo mucho vivido en el olvido para que la memoria opere con alguna certeza ya que a veces "es pródiga en detalles, giros y acontecimientos inevitablemente enriquecidos por la imaginación"?

De eso se trata esta novela narrada con asombrosa agilidad y un manejo del ritmo preciso y sutilmente sobrio. De dar cuenta de nuestros mecanismos de existencia más complejos: nuestra sustancia es el tiempo, somos "la parábola de Heráclito el oscuro" como escribió Borges. La memoria, así se nos aparezca como "un lagarto que se desprende la cola para seguir corriendo", supone esa fragmentación de aconteceres, esa secuencia, discontinua y más o menos (in)conexa, de eventos que ocurrieron o podrían haber ocurrido.

La belleza está en la incertidumbre ("tal vez en el fondo, cada recuerdo no sea más que la semilla de una leyenda"), en los trozos de la cola y del cuerpo del lagarto que van quedando en el camino ("escribir recuerdos es una manera de tejerlos, sobre todo, cuando, como ocurre aquí, se perciben con la nitidez de los sueños"), en el puzzle que arma el lector una vez concluido el libro más logrado de Silva Olazábal y una de las mejores nouvelles que he leído en los últimos años.   

Gerardo Ciancio